15 febrero 2016

¿Qué fue de Bakero?


En esta entrada hablaremos sobre un futbolista portugués que pasó sin pena ni gloria por el Sevilla y que la mayoría de los sevillistas ya no recuerdan. El jugador en cuestión se llama Orlando José Lemos Martins, aunque su nombre de guerra en el mundo del fútbol era "Bakero"... ¿Lo recuerdan ahora?

Agradezco a los amigos de colussoscontrakukletas la cesión de algunas fotos.


Orlando José Lemos Martins nació el 2 de febrero de 1978 en la localidad de Felgueiras, una ciudad situada en el norte de Portugal que roza los 60.000 habitantes. Se formó en la cantera del equipo de su tierra, el Fútebol Clube de Felgueiras, todo un clásico de la segunda división portuguesa.

En sus comienzos adoptó el sobrenombre de Bakero por su parecido físico con el futbolista blaugrana, un apodo que le acompañaría durante toda su carrera. Sin embargo, en el terreno de juego, el joven futbolista portugués intentaba reflejarse en el espejo otro barcelonista, su compatriota Luis Figo, su gran ídolo y ejemplo a emular.
Su lugar natural en el terreno de juego era la banda derecha, donde podía desenvolverse como carrilero, interior y extremo. Debutó muy joven con el primer equipo del Felgueiras y un par de temporadas después terminó fichando en la campaña 1998/1999 por el Uniao Leiria, conjunto que militaba en la primera división de su pais. 

Permaneció un solo año en el Uniao Leiria, donde Bakero completó una notable temporada, superando la treintena de partidos y anotando un par de goles. Su rendimiento llamó la atención de la secretaría técnica del Sevilla, que acumulaba informes positivos de Vicente Miera, Ruiz Sosa y Pepe Alfaro.
Internacional en todas las categorías excepto en la absoluta, disfrutaba de un gran cartel en Portugal y era considerado como una de las mayores promesas del fútbol portugués. Contaban que en las categorías inferiores de la selección lusitana había formado una asociación muy productiva junto a Simao, flamate fichaje del FC Barcelona.

En la temporada 1999/2000 el Sevilla afrontaba su retorno a la máxima categoría con las miras quizás demasiado altas, intentando dejar atrás las penalidades que había vivido el club durante los últimos años y sacar al equipo de la mediocridad generalizada de las últimas campañas.

Presidido por Rafael Carrión y con Marcos Alonso en el banquillo sevillista, el club tuvo un verano de lo más ajetreado. Surgieron cientos de nombres en la rumorología de fichajes, entre ellos, futbolistas muy importantes de la talla de Recoba, Djorkaeff, Albelda, Ibrahim Ba o el guardameta brasileño Dida, sobre el cual Carrión llegó a declarar: "El Milán es el que está interesado y no vamos a quedarnos con los problemas del Milán". También surgió con fuerza el nombre de Andrés Palop, aunque las altas exigencias del club valencianista frustraron la operación y el club sevillista prefirió decantarse por una opción más económica como Rabajda...

Bakero, a su llegada a las oficinas del club.

El Sevilla se dejó llevar en materia de fichajes por el empresario y representante uruguayo Paco Casal, y con el consentimiento de Marcos Alonso, comenzó a poblar la plantilla de futbolistas uruguayos. Entre tanto charrúa, Bakero acabó firmando por el Sevilla en una operación en la que tuvo que intermediar hasta la Comisión de Arbitraje de la Liga de Fútbol Profesional de Portugal y en la que justo antes de que interviniera la FIFA, los clubes llegaron finalmente a un acuerdo por el que el Sevilla pagaría unos 200 millones de las antiguas pesetas al conjunto luso por su traspaso.

Mientras que la operación se llevaba a cabo, Bakero se trasladó a Sevilla e incluso realizó  el "stage" del equipo en Holanda durante la pretemporada, donde mostró buenas maneras y provocó que el club nervionense cerrara su incorporación cuanto antes a fin de que ningún conveniente complicara la contratación. 
El futbolista portugués fue presentado a principios de agosto junto a otra incorporación, el delantero uruguayo Zalayeta. Bakero, de constitución menuda, salió de esta guisa al césped para hacerse la pertinente foto de presentación, con un polo tres tallas más grande y casi a modo de camisón:

En el seno del club fue presentado como una apuesta de futuro que destacaba por poseer las siguientes características: una gran capacidad para asistir, una notable llegada, un excelente cambio de ritmo y una habilidad pasmosa para marcharse en el uno contra uno

A pesar de sus credenciales, Bakero no rascó bola en toda la temporada. Marcos Alonso no era muy partidario de utilizar extremos en su esquema y además el portugués contaba con la competencia en su puesto de Héctor, Jesuli, el polivalente Iván Juric e incluso el ex del Deportivo, Alfredo Santaelena, por lo que Bakero no lograba entrar en las convocatorias y se tenía que conformar con disputar los típicos amistosos intersemanales. Su fichaje parecía no tener ninguna lógica...

El cutre fotomontaje en el cromo de ediciones este, premonitorio, no presagiaba nada bueno...



Mediado el mes de noviembre, el luso entró en la convocatoria por primera vez, algo que le ilusionó enormemente, aunque finalmente no disputaría ni un solo minuto. A pesar del absoluto ostracismo que vivía en el Sevilla, el joven futbolista continuaba siendo convocado habitualmente por la selección sub 21. Tendría que esperar hasta el mes de diciembre para tener su primera oportunidad en el fútbol español. Apenas disputó 23 minutos en el partido de vuelta de la eliminatoria copera frente al Osasuna que supuso la eliminación del Sevilla frente a un segunda división como lo era el conjunto osasunista. En esos minutos de los que disfrutó, el portugués apenas entró en juego y no se apreciaron detalles algunos sobre su juego. 

Bakero, con la sub 21.
A pesar de ello, en el Sevilla achacaban la nula adaptación del jugador a su juventud y falta de experiencia, por lo que el club barajó la posibilidad de una salida en forma de cesión, aprovechando el interés de varios equipos de la liga portuguesa, aunque finalmente permaneció en Nervión, disputando únicamente 28 minutos en un intrascendental encuentro frente al Mallorca en Nervión con el Sevilla ya descendido, que acabó con un sonrojante 0-4... 

Pocos días después, Bakero no se explicaba lo que le había sucedido durante toda la campaña: "No lo entiendo. Sé que fui fichado por la secretaría técnica después de que se presionara mucho a mi representante y por eso no comprendo a estas personas que no han sido correctas conmigo. Quería venir a España porque era un paso importante en mi carrera y no fui al Oporto o al Benfica para jugar en el Sevilla. Estoy muy arrepentido". Ver para creer...

Esta es la única imagen de Bakero con la pelota en aquel partido.

Una vez finalizada la temporada y consumado el descenso de categoría del Sevilla, el futbolista no quería ni oir hablar de la segunda división y el nuevo técnico, Joaquín Caparrós, tampoco contaba con él, así que su representante, el hoy famoso Jorge Méndez, le encontró acomodo en el Marítimo portugués, que había quedado en el sexto puesto de la liga portuguesa en la campaña anterior, para que demostrara sus dotes futbolísticas y relanzara su carrera. 

Bakero declaró entonces: "Es una oportunidad para demostrar lo que valgo. Aquí no he podido disfrutar de minutos y después de un año sin jugar tengo muchas ganas de volver a hacerlo porque lo que necesita un futbolista es tener continuidad y en tres partidos nunca podré demostrar mi juego". Lo cierto es que el portugués no llegó a disputar ni esos tres partidos porque su participación se limitó a 51 minutos repartidos en dos encuentros.

Bakero en su etapa en Marítimo.

En las filas del Marítimo contó con bastantes minutos aunque tomó el rol de futbolista revulsivo, partiendo desde el banquillo en numerosas ocasiones. Disputó 15 encuentros como titular, participando en un total de 29 partidos y marcando un par de tantos. Incluso llegó a disputar una final de Copa frente al Oporto. A pesar de ello, una vez finalizada la temporada 2000/2001, Bakero no debió quedar muy satisfecho con los minutos disfrutados y descartó la posibilidad de continuar en las filas del Marítimo.

El Sevilla ni se planteó contar con él  para la campaña 2001/2002. El club pretendía hacer una limpia en su regreso a primera división y en cuanto regresó a la ciudad se le buscó una nueva cesión, en esta ocasión al Sporting de Braga, donde tampoco logró brillar. Participó en una veintena de encuentros y al finalizar la temporada (todavía le restaba un año de contrato con el Sevilla) alcanzó un acuerdo para desvincularse del club nervionense,  que se ahorraba así unos 800.000 euros aproximadamente.

Liberado de su relación con el Sevilla, Bakero inició una decadente carrera por equipos de la segunda y tercera división portuguesa como el Salgueiros, Bragança, Maia, Taipas y Peñafiel, equipo éste último donde logró relanzar ligeramente su carrera en la campaña 2007/2008, destapándose en su faceta goleadora al anotar siete goles. Ello le sirvió para probar fortuna en el extranjero, concretamente en las filas del equipo chipriota del Nea Salamis, donde vivió una breve aventura junto a otros compatriotas sin llegar a conseguir la titularidad (salir de Portugal definitivamente no es lo suyo).

Bakero celebrando un gol en las filas del Peñafiel.

Posteriormente regresó a su pais para jugar en las filas del Vizela, Espinho y Lousada, conjuntos en los que no logró la estabilidad necesaria al no hacerse con un hueco como titular. Harto de peregrinar por equipos menores año tras año, acabó firmando por el equipo de su ciudad, donde se había formado como futbolista, el refundado FC Felgueiras, que militaba en una categoría equivalente a la segunda B española y donde militó desde 2010 hasta 2015. Allí coincidió con su primo Zamorano (se ve que a la familia Lemos le apasionaba la liga española de la década de los 90) y apadrinando futbolísticamente a su sobrino Bakerito (no es ninguna broma).
Bakero se retiró el año pasado a la edad de 36 años, poniendo fin a una carrera repleta de sinsabores y de quieros y no puedos.
Bakero dio sus últimos coletazos bajo este estado de forma.

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